Segunda parte del viaje por los Balcanes de entreguerras de Rebecca West, una de las figuras más destacadas de las letras inglesas. Desde que entregué el prólogo de la primera parte del libro, ha sucedido algo tan terrible como la muerte de Javier Marías, que, como es sabido, era un entusiasta admirador de Rebecca West y estaba muy contento de poder recuperar este libro monumental y señero (de la literatura de viajes y de la literatura toda).Pese a que el libro sólo se ha dividido para hacerlo más manejable, esta segunda parte me ha parecido distinta, más oscura e impactante que la primera. Quizá por el hecho de la muerte de Javier y porque en ella se concentran algunas de las consideraciones más impresionantes y turbadoras de todo el texto, entre las que la autora ofrece su teoría del cordero sacrificial y su explicación del halcón gris a partir del famoso poema eslavo. Durante su viaje por la agitada historia de los Balcanes, Rebecca West asiste a una ceremonia de la fertilidad que implica el sacrificio de un cordero negro sobre una roca. Al verlo se indigna. «Yo conocía bien esa roca. Todo el pensamiento occidental se basa en la repulsiva pretensión de que el dolor es el precio justo por cualquier cosa buena.» Y más adelante, en la llanura de Kosovo, escucha el poema del halcón gris, en realidad un santo, que se le presentó al príncipe Lázaro antes de la batalla y le ofreció escoger entre un reino celestial o uno terrenal. Eligió el celestial, y, con ello, la derrota ante los turcos. El libro comienza en 1934, con el asesinato del rey de Yugoslavia, Alejandro I, en Marsella, y, tras el epílogo, termina en 1941, en plena Segunda Guerra Mundial, con la gente arrojando flores en el lugar del magnicidio, como silencioso homenaje al valor de los yugoslavos, que han fastidiado los planes de Hitler al obligarle a retrasar el ataque a la URSS para invadirlos a ellos primero. Es decir, han rechazado sacrificarse como el cordero negro ni resignarse al derrotismo del halcón gris. Es una de las grandezas de este libro, que se cierre con un rayo de esperanza en los tiempos más tenebrosos de la humanidad. Y que el largo paseo por Yugoslavia y su ensangrentado pasado concluya con el atisbo de la luz, con un grito de coraje. Del Prólogo de Jacinto Antón