El hecho de que la pregunta por la existencia del mal no sea novedosa no quita el que haya que volver sobre ella. No hay pregunta que más nos incumba, pues el mal lo introduce el hombre en el mundo. El mito religioso habla de castigo por un crimen originario y desconocido, y el mito cient¡fico propone vincular la agresividad y la violencia al instinto. Ambos colocan al hombre como v¡ctima del mal, más que como agente del mismo.