En el siglo XIX Europa experimenta a la vez una industrialización vigorosa y una urbanización acelerada. La difusión desigual de estos procesos acentúa la diversidad de un mundo urbano que va desde las pequeñas ciudades administrativas o de mercado, las llamadas de trama urbana tradicional, a los nuevos centros industriales como Londres, la ciudad-monstruo. Pero paralelamente, la expansión del mundo urbano europeo influye en muchas ciudades de fuera del viejo continente. Europa exportó diferentes modelos metropolitanos en función de los lugares y de las épocas. Los modos de vida o las maneras de pensar y construir la ciudad no son los mismos en todas las ciudades. Estas transformaciones se estudian analizando la organización del espacio y el tiempo, las lógicas y funciones de la ciudad, la movilidad de la población y la reflexión propia de cada época sobre el fenómeno urbano.