Vivimos un tiempo de aceleración generalizada. Creímos que laparalización global que supuso la pandemia permitiría una pausa, unareflexión y un cambio de ritmo. Pero no fue así. La inercia erademasiado fuerte. Al fin y al cabo, la aceleración es un patrónrítmico que se asentó en Occidente en los inicios de la Modernidad:entonces el discurso religioso asoció la lentitud al pecado capital de la pereza, mientras el discurso económico encumbró la rapidez en laproducción y en los intercambios comerciales como símbolo de progresoy eficacia social. Así, la historia de la Modernidad es la historia de una discriminación: al erigir la velocidad como modelo latente peroabsoluto de las virtudes sociales, las sociedades modernas inventaronun «vicio», la lentitud, es decir, la supuesta incapacidad de algunosindividuos para «seguir el ritmo de los tiempos».A partir de esta idea, este ensayo lleva a cabo un estudio fascinantede la violencia simbólica que el sistema ejerce sobre todos nosotros.Laurent Vidal rastrea así la génesis de los lentos ?esos individuosmarginados por la maquinaria del progreso?, pero además desvela el