Llamamos «malismo» al antiintuitivo mecanismo propagandístico queconsiste en la ostentación pública de acciones o deseostradicionalmente reprobables con la finalidad de conseguir unbeneficio social, electoral o comercial.Quizás sea en política donde el desarrollo de este fenómeno asentadoen la última década en Occidente resulta más llamativo. Unarepresentante pública entiende la destrucción de las infraviviendas de las personas sin hogar como un acto autopromocional. Otra aumenta suaceptación popular tras calificar de «mantenidos subvencionados» a los desfavorecidos afectados por una pandemia. Un alcalde se jacta de que no hará nada en absoluto por aquellos estudiantes y trabajadores queno pueden acceder a una vivienda digna en la ciudad que él gestiona.El insultar a alguna minoría o mostrarse contrario de forma muyagresiva a consensos de mínimos como la justicia social o la Agenda2030 es hoy en día tendencia en la propaganda política.Pero el malismo está también muy presente en cualquier forma decomunicación a pequeña o gran escala. Una compañía aérea se mofa ensus redes sociales de las quejas de sus propio