¿Son hoy en día los museos un mero reclamo turístico de las ciudades que los albergan o pueden ofrecer también más a sus visitantes? ¿No son acaso también lugares idóneos para reflexionar acerca del devenir del ser humano? Los museos han sido siempre custodios del pasado y, al mismo tiempo, han dado a conocer las mejores corrientes artísticas contemporáneas. Son, por ello, lugares extraordinarios en los que detenerse a reflexionar acerca de la naturaleza humana y cómo esta se hace se expresa en las obras de arte y en los objetos cotidianos. La balsa de la medusa, las pinturas rupestres del Neolítico, la casa en la que se escondió Anne Frank, el busto de la enigmática Nefertiti, los pintores represaliados por el régimen nazi, los imponentes fósiles de los dinosaurios, las esculturas huecas de Jorge Oteiza... Todos estos tesoros de la humanidad y otros más pueblan las páginas de Palacios Hangares y cuevas. En sus páginas, Roberto Valencia reflexiona, desde una mirada que rehúye el academicismo, sobre cómo miramos las piezas y los objetos antiguos que nos ofrecen los museos, y cómo debemos inte