En Gilles Deleuze, el Ser sólo es un nombre de la vida. Y la Naturaleza es el nombre de la inmanencia, no teniendo ésta ninguna dimensión suplementaria ni más allá. Seguir leyendo a Deleuze en nuestros días no sólo significa manifestar nuestra admiración por un gran filósofo, significa, ante todo, llevar adelante una imagen de la inmanencia. Esta imagen contiene en sí misma un relanzamiento de la cuestión de la filosofía de la Naturaleza, que adquiere en él un carácter ontológico. La Naturaleza inmanente es más profunda y poderosa que toda distinción entre lo natural y lo artificial. Se trata, por encima de todo, de una vida infinitamente plegada, intensa, caótica y pre-individual. Una filosofía pensada desde esta vida es la que nos ofrece Gilles Deleuze.