El Miño es el más importande de los ríos gallegos. Desde su nacimiento en la sierra de Meira, en Lugo, hasta la desembocadura en Caminha, Portugal, el río invita a un largo paseo por las viejas ciudades episcopales (Lugo, Ourense, Tui); a conocer la belleza de una flora y una fauna hoy puestas en peligro por una perniciosa idea de progreso; a evadirse en el tiempo de la historia por los cenobios del Cister, los castros celtas y las murallas romanas. El viajero contemplará los castillos fronterizos que sirvieron a España y Portugal para defenderse de periódicas epidemias de odio. Si lo desea, podrá descansar en balnearios, al lado de termas que los romanos crearon para ocio y salud de sus tropas. Al andariego, al amante de la poesía, al nómada seducido por las leyendas, el Miño le dará sorpresas agradables. El esclavo de la gula y el romántico melancólico, el ejecutivo que dispone de unas jornadas de recreo y el espíritu libre que carece de prejuicios hacia los hermanos portugueses hallarán aquí caminos para recorrer con calma.