Mediante un lenguaje llano y claro, y nutrido de fecundas imágenes oníricas que remiten a los paisajes, colores, sonidos y aromas de su infancia, Ritsos da voz a su angustia personal a la vez que explora la promesa de la primavera reflejada en la exuberancia del mundo natural, mamando del surrealismo para romper con la poesía tradicional griega.