En las tres últimas décadas hemos pasado de la "web de solo lectura" a la "web de lectura escritura", que ha convertido a los usuarios de Internet en creadores de contenido y ofrece infinitas oportunidades para la colaboración. Si bien esta nueva web revolucionó los medios de comunicación, el comercio y otras industrias, la proliferación de ciberataques, ataques de datos y la recopilación y análisis de datos de los usuarios ha llevado a muchos a ver la vida digital como un pacto faustiano. Los intermediarios y los gigantes tecnológicos se han convertido en agentes reguladores que establecen barreras e imponen peajes sobre todo lo que hacemos, ahogando la innovación y la libertad económica en línea. Es aquí donde entra la Web3, o "web de lectura escritura propiedad", una Internet descentralizada donde los individuos son dueños de sus identidades y creaciones en línea y pueden intercambiar de forma segura activos como dinero, valores, propiedad intelectual, arte y datos de igual a igual. Nos permite reconceptualizar las industrias culturales, transformar el dinero y los mercados, dar paso a nuevos tipos de