El Titanic fue, por voluntad de sus propietarios, todo un símbolo, y el símbolo se volvió contra quienes lo concibieron. Cuando se hundió en poco más de dos horas, Conrad no pudo permanecer ajeno al drama y reflejó su visión del asunto en los dos textos que cuestionan la labor de las comisiones de investigación en las que se fundamentaron una sentencia final sospechosamente favorable a los armadores.