La amplitud de sus lecturas, la categoría de sus interlocutores, su excelencia como cronista, ensayista, prologuista, epistológrafa, editora, traductora, conferenciante, agitadora cultural... Solo alguien tan felizmente dotada podía prefigurar la eclosión en nuestras latitudes del modelo de intelectual contemporáneo comprometido, con la vida pública. Sobrados motivos justifican la afirmación de Ronald Hilton: «Aunque Pardo Bazán no sea considerada miembro de la Generación del 98, no hay escritor que nos dé una perspectiva tan afilada del estado emocional de España en las décadas comprendidas entre 1890 y 1910, y por eso mismo tendría que ser estudiada como la mejor expresión del espíritu del 98» (1952).