Agricultura, tejeduría, cerámica, metalurgia, altares y sacrificios, escritura, ciudades y Estados constituyen las etapas que las civilizaciones del Viejo y del Nuevo Mundo recorrieron en el mismo orden. En Mesoamérica, el paralelismo también incluye una serie impresionante de técnicas y desarrollos culturales, desde los sellos cilíndricos hasta el moldeo a la cera perdida, desde la introducción del cero hasta figurillas de terracota de animales montados sobre ruedas. ¿Son itinerarios preestablecidos por nuestro acervo genético o son el resultado de antiguos contactos? ¿No puede extraerse acaso de esta pregunta una tesis sólida que esclarecería nuestras esencias históricas? Los estudiosos persisten en su escepticismo sobre las posibles pruebas de contactos precolombinos entre América y otros continentes y los exiguos heterodoxos no han presentado aún pruebas dignas de su respaldo. Este revelador y revolucionario ensayo aborda el problema con una nueva herramienta extraída de la geografía matemática: el examen de las coordenadas transmitidas por Claudio Ptolomeo constata que asignó a la Tierra unas dimensione