Carol vivía con su familia en un pueblo muy pequeño, al norte de Canadá. Era rubia y tenía la piel muy blanca. Su amigo Tim y ella sabían que cada cierto tiempo llegaban a la zona muchas personas que daban batidas en busca de focas, a las que mataban sin piedad para conseguir sus apreciadas pieles.
Un días, tras ser testigos de tan terrible acción, descubrieron a una pequeña foca que había sobrevivido. Desde ese momento, todo su afán fue salvar al indefenso animal.