Un anciano se enfrenta al alzheimer narrando su día a día y decide investigar un crimen que (todavía) no se ha cometido.Pedro tiene 87 años, es viudo y vive solo. Le gusta la soledad, pero le aterra perder la cabeza. Sus cuatro hijas, sobre todo la Gestapo y la Astróloga, viven pendientes de él porque sufre pequeños despistes: no sabe dónde ha dejado las gafas, las llaves o el mando a distancia. Un día se le estropea la tele, sale a la calle dispuesto a comprarse una nueva, pero cuando llega al hipermercado ha olvidado para qué ha ido, y regresa a casa con pollo cortado en filetes y cuatro limones. Está realmente asustado. Conoció el alzhéimer de su mujer. Sabe que es una enfermedad devastadora y sin remedio. Su doctora le ha recomendado que ejercite la memoria con una grabadora, hablando de su día a día y recordando su vida. Así lo hace. Sucede que estos aparatos modernos tienen mucha potencia, y Pedro capta accidentalmente una conversación de sus vecinos. Pronto se aficiona al espionaje, sofistica sus procedimientos de escucha, y comienza a sospechar que su vecino Andrés, un viejo todavía más viejo que él,