Nietzsche vio en Schopenhauer la encarnación del ideal de que el pensamiento no debe ceder su autonomía ni frente a instituciones que aparentan favorecerlo ni ante la caterva de intelectuales de cátedra y de salón que han perdido el gusto por la sabiduría, aceptan la verdad establecida y proclamada por la mano que los alimenta y, en definitiva, ignoran qué es la verdadera cultura.