Las universidades han superado en el pasado circunstancias muy difíciles: guerras, desastres, crisis económicas e incluso otras pandemias. El recuerdo de la historia es suficiente para acreditar su renacimiento ab ipso ferro (Fray Luis de León), con nuevo brío y motivación. Quien se pregunte si es posible cambiar la Universidad, debería saber que la principal característica definitoria de esta institución es su inteligencia, capacidad que permite superar las propias debilidades.
El futuro de la Universidad, en fin, no es un arcano, ni un misterio o una incógnita. Mañana y dentro de un año, la próxima década y después, las aulas volverán a reunir gentes; docentes y discentes se reencontrarán. Los creadores de conocimiento lo mostrarán para beneficio de sus destinatarios, jóvenes de mente y espíritu inquieto, quienes seguirán estando aquí cuando los anteriores nos marchemos.
Así se mantienen las instituciones, gracias a personas convencidas de su sentido, utilidad y acierto. Tantas organizaciones humanas hoy ya no existen, han desaparecido, pero la Universidad permanece.