A PARTIR DE 10 AÑOS Tras la invasión del Sahara Occidental, una mujer partió al destierro con la sola compañía de sus rosas, las más bellas de El Aaiún, para luego plantarlas a la sombra de la duna más grande de la hamada. Cuentan que la mujer pronunció estas palabras: «Cuida de mis rosas, viejo gigante, y mantenlas vivas hasta el día en que mi pueblo vuelva a ser libre y alguien las siembre de nuevo en el patio de mi casa». Desde entonces, el olor del rosal llevó a la duna el recuerdo de historias de calles y ciudades, de risas y niños. Hasta que un día la duna y el rosal se enamoraron. Este relato, magistralmente ilustrado por Cristina Viera, sucede allí donde las estrellas amenazan con tragarte de golpe y para siempre, al pie de las jaimas, en aquella patria ya mítica que precedió al exilio y la larga marcha por la noche del desierto. «Una conversación que no viene a cuento suele ser sosa e insignificante», reza el proverbio saharaui. Por suerte, Mariola del Pozo nos cuenta esta historia para ayudar a quitar la injusta mordaza que oprime la voz de todo un pueblo.