Para el personaje central de esta novela, la música fue primero un misterio indescifrable; luego, una pasión; y, finalmente, una razón de ser. Pedro González Mira lo sitúa en un pequeño pueblo valenciano, donde crece escuchando las campanas de la iglesia, los sonidos de la radio familiar y la banda municipal ensayando en insólitos y polvorientos rincones. Gloria Lasso, Los Cinco Latinos, las madrugadas de Radio Luxemburgo, el piano almibarado y decadente de Eddy Duchin bañado en sesiones de cine al aire libre o las canciones de Led Zeppelin lo conducen a una lenta metamorfosis que lo llevará hasta Bach, Mozart o Beethoven. Formado lejos de las academias y con la intuición musical como bandera, descubre que posee el don de la curiosidad permanente y la necesidad de expresarse a través de las emociones, desentrañando obsesivamente los secretos que esconden los sonidos hasta convertirse en crítico musical. Tras el éxito de Eso no estaba en mi libro de historia de la música y Los músicos de Hitler, el autor se pregunta qué nos enseñan los sonidos que nos rodean. Con la mirada afilada del escrutador y la emoción