Si el destino de la Segunda República se decidió en terrenos alejados del religioso, lo cierto es que en él se originó la movilización del cosmos católico y, paralelamente, una sorprendente emergencia de las derechas españolas en un espacio de tiempo muy corto. Tales circunstancias ayudaron a la resurrección política del carlismo, movimiento popular y monárquico, cruce entre tradición y profecía, durante los años 30 del siglo XX. Los tradicionalistas pronto advirtieron que la cuestión religiosa era una polémica sumamente útil para la movilización social, por lo que trataron de utilizarla en su propio beneficio.